La Justicia condenó a diez años de prisión a un chapista de 70 años por el delito de abuso sexual con acceso carnal gravemente ultrajante, pero también a las madres de las víctimas. El primer caso fue detectado por los médicos del Hospital Provincial San José.
La Capital |
Un caso de violación reiterada a dos niñas de 10 y 11 años, que en su momento conmocionó a la comunidad de Cañada de Gómez, tuvo su resolución en los tribunales de Rosario. La Justicia condenó a diez años de prisión a un chapista de 70 años por el delito de abuso sexual con acceso carnal gravemente ultrajante, pero también a las madres de las víctimas, de 33 y 36 años, a las penas de ocho y nueve años como partícipes necesarias para que se produzca el sometimiento de las menores.
El fallo fue dictado por el juez de Sentencia N 6, Julio César García, —en suplencia de Carlos Carbone— y dio otro avance de la causa tras el procesamiento dictado por el entonces juez de Instrucción del Distrito Judicial N 6 de Cañada de Gómez, Rodolfo Zvala. El chapista fue identificado como Rubén H., en tanto que las madres como Adela B. y Ana G.
En el hospital. El caso fue descubierto a mediados de 2011 (un año después del inicio de las violaciones) por un médico del hospital provincial San José cuando en una visita a su consultorio detectó que una de las nenas había sido violada en reiteradas oportunidades. Fue entonces cuando requirió de manera inmediata la presencia policial en el centro de salud. Iniciada la investigación se pudo saber, con el correr de las horas, que la prima de la niña, casi dos años más grande que ella, también era víctima de los abusos cometidos por el chapista.
En el hospital. El caso fue descubierto a mediados de 2011 (un año después del inicio de las violaciones) por un médico del hospital provincial San José cuando en una visita a su consultorio detectó que una de las nenas había sido violada en reiteradas oportunidades. Fue entonces cuando requirió de manera inmediata la presencia policial en el centro de salud. Iniciada la investigación se pudo saber, con el correr de las horas, que la prima de la niña, casi dos años más grande que ella, también era víctima de los abusos cometidos por el chapista.
Las lesiones fueron confirmadas posteriormente por el médico de policía de la Unidad Regional X, y seguidamente por los profesionales del Instituto Médico Legal de Rosario. Fue entonces cuando el juez Zvala ordenó la detención del abusador y el allanamiento de su domicilio. Posteriormente, en el Centro de Orientación a la Víctima Familiar y Sexual de la Comisaría de la Mujer, la nena relató que efectivamente venía siendo víctima de los reiterados abusos sexuales desde hacía más de un año, y añadió además que el hombre la tenía amenazada para que no contara nada.
Una historia escabrosa. La historia es escabrosa y perversa. Las niñas eran llevadas por sus madres al domicilio de Rubén H, en calle Colón al 1200, quien las sometía sexualmente “en reiteradas oportunidades” bajo amenaza de que si decían algo iba a matar a los hermanos. Incluso algunos de los episodios eran observado por una de la mamás, Adela B, quien contestaba con un “no, vos te vas a quedar con él” cuando la niña pedía irse del lugar.
Una historia escabrosa. La historia es escabrosa y perversa. Las niñas eran llevadas por sus madres al domicilio de Rubén H, en calle Colón al 1200, quien las sometía sexualmente “en reiteradas oportunidades” bajo amenaza de que si decían algo iba a matar a los hermanos. Incluso algunos de los episodios eran observado por una de la mamás, Adela B, quien contestaba con un “no, vos te vas a quedar con él” cuando la niña pedía irse del lugar.
El caso de la otra madre, Ana G, tampoco entra en la imaginación de nadie. A sabiendas de que Rubén H. abusaba de su hija permitía que la niña lo frecuentara en el domicilio del chapista. La escena se completaba con la proyección de películas pornográficas. El médico forense dejó asentado en los respectivos informes que las menores no presentaban signos evidentes de alteraciones morbosas, ni de personalidad en cuanto a la tendencia a la fabulación o mitomanía, y que se encontraban aptas para declarar.
Un aporte decisivo fue el que dio Francisco B, amigo de la familia, y los dichos de Betina C, entre otros, referenciando sobre “situaciones extrañas” que hacían a la relación del chapista con las niñas.
A la niña mayor la llevaba con la excusa de que cuidara de su hijo de cinco años y la violaba, mientras el niño “se entretenía mirando televisión”. El fallo dice además que ponía películas pornográficas para que imitara las situaciones que se presentaba.
A la niña mayor la llevaba con la excusa de que cuidara de su hijo de cinco años y la violaba, mientras el niño “se entretenía mirando televisión”. El fallo dice además que ponía películas pornográficas para que imitara las situaciones que se presentaba.
No era distinto lo que hacía con la otra niña. En el dictamen se relata un episodio donde luego de salir del hogar del Niño Santa Teresa de Jesús, en el cual vivía la chica, el imputado le pidió permiso a su progenitora para llevarla a pasear y terminó llevándola su domicilio para abusar de ella con la utilización de una soga con la que la ató.
“Las menores coincidieron en sus dichos cuando contaron que el encartado las amenazaba diciéndoles que mataría a sus hermanos si ellas contaban algo, así como también tienen un relato semejante al manifestar que el justiciable les decía «mi amor, las quiero» y demás cosas que ninguna de las dos víctimas querían escuchar”, señala también el fallo al que pudo acceder La Capital, oy que terminó con la condena al violador y las madres de las víctimas.
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