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domingo, 3 de febrero de 2013

Hombres relegados?? Ellas deciden en la cama y los hijos en la casa


Según una encuesta, la mayoría de las mujeres ejerce su deseo activamente. Las decisiones de dinero se toman en conjunto. Y empieza a valorarse que los chicos puedan elegir por sí mismos.

Desde la segunda mitad del siglo pasado, las mujeres hemos ido cambiando nuestras maneras de vivir, de pensar, de concebir a una pareja, de criar a los hijos, de trabajar, de decidir. Y esos cambios fueron modificando los mapas familiares. En los sectores urbanos y con cierto nivel de educación, el estereotipo de la mujer que sólo cría chicos, el hombre que sólo provee y los hijos a los que se educa bajo amenaza –“vas a ver cuando venga tu padre”– ha ido quedando obsoleto. En este contexto, muchas mujeres ya no sólo aceptan tener relaciones sexuales cuando sus parejas lo disponen sino que ejercen su deseo activamente y deciden. Además, los hijos de estos nuevos modelos de familia –que de a poco dejan de ser criados en el “es así porque lo digo yo”– tienen cada vez más voz y más poder de decisión.
Lo muestra una encuesta hecha por la consultora D’Alessio Irol para Clarín entre parejas de sectores medios urbanos. Seis de cada diez mujeres deciden en la cama, la mayoría comparte las decisiones financieras con sus parejas –ya no se enteran cuando la gran compra está hecha– y los hijos hacen oír su opinión, al menos en lo que respecta a sus actividades recreativas.
“En la revolución silenciosa que hemos emprendido las mujeres, una marca importante fue el avance del nivel educativo y su repercusión en la inserción laboral, con mejores salarios, capacidad de decisión, prestigio y reconocimiento. Esa práctica trajo cambios en nuestras subjetividades: una mujer que en su vida laboral toma decisiones rápidas, importantes y solventes, va a traspolar esa experiencia a su vida íntima: la pareja, la sexualidad, la manera de criar a sus hijos, incluso decidir si quiere o no tener hijos”, dice Mabel Burin, doctora en psicología y directora del programa de género de la universidad UCES. “Pensemos que antes el hombre era el dueño del deseo, y las mujeres podían ser activas en la maternidad pero pasivas en la sexualidad. Esto ha cambiado y ahora las mujeres buscan su deseo: no quieren ser sólo el objeto de deseo del otro”.
“Este cambio no es sólo patrimonio de las más jóvenes”, aclara la psicóloga y sexóloga Isabel Boschi. “Las divorciadas o las viudas de 50 y 60 años que conocen gente por Internet claramente están tomando la iniciativa. Ellas, muchas veces envueltas en viejos conceptos, antes aceptaban el encuentro sexual; ahora lo promueven. Y las mujeres que siguen con sus maridos, a veces desinteresados por la rutina o con dificultades erectivas, buscan el encuentro con más interés”.
Sin embargo –advierte la doctora en psicología Irene Meler, coordinadora del Foro Psicoanálisis y Género–, lo de tomar la iniciativa “a veces es tramposo. Antes, muchas mujeres tenían que fingir inexperiencia para parecer respetables. Y ahora es común que finjan ser muy liberadas sexualmente cuando, en verdad, están desplegando una performance destinada a complacer a los hombres que disfrutan de ser estimulados por una mujer desenvuelta. Hay una especie de comedia sexual donde las mujeres parecen muy modernas e independientes pero en verdad siguen poniendo en juego una dependencia ancestral al placer del otro”.
Lo cierto es que muchas de estas nuevas familias encontraron nuevas formas de vincularse. Y la prueba es que, desde que los dos tienen trabajos remunerados, las decisiones financieras se comparten: “Entonces la sociedad conyugal adquiere sentido porque ahora las mujeres, además de aportar cuidados gratuitos aportan recursos económicos. Así, la idea de que el matrimonio no es sólo una sociedad afectiva sino económica está instalándose”, agrega Meler.
Van cambiando, además, las maneras de criar a los hijos: “Antes, muchos padres eran autoritarios, aunque eso no significa que hayan tenido autoridad”, distingue Felisa Senderovsky, psicóloga de niños y adolescentes a cargo del área científica de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. “Hoy muchos adolescentes están aprendiendo a comunicarse mejor con sus padres, sobre todo con aquellos que se aggiornaron y aceptaron las diferencias generacionales: los que en vez de contestar ‘es así porque lo digo yo’ van abriendo espacios y comprenden que se puede tener autoridad a través del diálogo”.
“Lo que sucede es que al ser cuestionado el lugar patrilineal (la mujer dependiente del hombre, y los hijos en relación con la mujer y sometidos al padre), la autoridad dejó de ser verticalista y pasó a ser una autoridad discutida”, agrega José Sahovaler, coordinador del departamento de niños y adolescentes de la Asociación Psicoanalítica Argentina. “Ha habido una valorización de lo que se supone la libertad del joven: antes lo valorado era que el hijo hiciera caso, ahora que sea libre y decida por sí mismo. El problema es que a veces los padres se exceden y terminan borrándose de las decisiones que deben tomar”. Así, dice, aparecen padres que no pueden poner límites a un chico. “Una cosa es que un adolescente de 18 diga: ‘quiero estudiar guitarra y no quiero ser contador’, y otra que los padres supongan que un chico de 3 años puede elegir si va al jardín o si quiere mirar televisión hasta la madrugada. Eso no es mayor libertad, es abandono”.
Nuevos mapas familiares que, de a poco, irán puliéndose.

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