anuncio

anuncio

anuncio

anuncio

domingo, 6 de enero de 2013

Cada vez más rosarinos quieren poner puestos de venta ambulante de comida


El rubro más solicitado fue alimentos a base de carne con 124 pedidos del cual sólo se habilitaron 42 puestos. Hay una lista de espera desde 2005 con 513 postulantes.
La Capital | 

Cada vez más rosarinos quieren poner puestos de venta ambulante de comida
Las solicitudes para la venta de comida en la vía pública, en sus versiones “paradas determinadas y móviles” (las más pedidas) y para circular “ambulante”, crecieron durante el 2012. El rubro más solicitado fue alimentos a base de carne con 124 pedidos, de las que sólo se habilitaron 42; el resto engrosó la lista de espera que desde el 2005 ya acumula 513 formularios. Además de pintorescos, los carribares son una alternativa económica disputada.
   Los datos se conocen en el marco de una polémica que protagonizan doce carritos de comidas rápidas que llevan años en la Rambla Catalunya, cuyos propietarios denunciaron que los quieren relocalizar para hacer una bicisenda sobre la vereda que ocupan. “Es una excusa del concesionario por competencia de rubro”, dicen.
   En los últimos tiempos, el auge de los menúes express y la posibilidad de surtirse de algún sabroso combo por pocos pesos y encima, sin pensar mucho en el atuendo, hicieron florecer el negocio de los carritos. Están en plazas, parques y paseos y trabajan durante todo el año, cambiando los horarios por los altibajos estacionales. Representan una fuente de ingreso para muchas familias. Más aún, los permisos se conceden a un grupo familiar que no tenga otra fuente de ingreso.
   Si bien los carritos tienen diseños preestablecidos, los hay de distintos aspecto, aunque todos deben ser de acero inoxidable y con toldos uniformes. Tienen casi los mismos precios para choripanes, hamburguesas, lomitos y panchos, pero buscan atraer clientes variando las presentaciones. Están regidos por normas municipales y deben cumplir requisitos frente a Bromatología. Un punto sensible: a pesar de llevar décadas en sus sitios, están asentados sobre permisos anuales renovables que pueden perder sólo si no sacan los pies del plato en la higiene y normas previstas.
   ¿Qué tipo de alimentos se pueden vender en la vía pública? La normativa tipifica cuatro rubros que en el 2012 tuvieron el siguiente desenvolvimiento. La venta de alimentos procesados a base azucarada (pororó, garrapiñadas, copos de nieve) llevaron la delantera en la solicitudes de habilitación con 125 permisos concedidos, seguidos por los de base cárnica (salchichas, hamburguesas y chorizos) que lograron 42 permisos. Atrás van los productos a base de harinas (turcas, facturas y churros) con 24 interesados y cierran la lista los pedidos para vender helados, jugos y gaseosas con 11 asignaciones.
   Desde la Dirección de Habilitaciones explicaron que la lista de espera para instalar puestos fijos o ambulantes creció sustancialmente porque en las zonas más demandadas los cupos ya están cubiertos. “Hay sectores de la ciudad que no revisten interés para los solicitantes”, explicaron, dejando en claro que el lugar de radicación no es un detalle menor.
   Claro que no todos los carritos tienen punto fijo. La actividad se potencia en el marco de recitales y partidos de fútbol con la venta móvil que, como viene, desaparece de la escena dejando una estela de duda acerca de lo riguroso de sus menesteres. Para Bromatología, este es el punto más vulnerable a la hora de garantizar procedencia, conservación y procesamiento de los productos.
   Un relevamiento realizado por la Asociación de Amigos del Parque Independencia detectó que a la docena de puestos fijos, en los días de partidos de fútbol en Newell’s o recitales en el Hipódromo, se suman más lugares de venta. Desde esa entidad, Adrián D’Alessandro advirtió que más de una vez pidieron “a las autoridades municipales que se profundicen los controles”.
Reglas de juego. El comercio en la vía pública está reglado por la ordenanza Nº 7.703 que establece requisitos y condiciones para cada uno de los rubros, que van desde prendas de vestir, pasando por bijouterie hasta suculentos super panchos y apetitosos choripanes. Pero eso no es todo, también están estipulados las zonas y hasta los sitios de la ciudad donde pueden funcionar, siempre teniendo en cuenta un máximo de localizaciones (cupos ya prefijados) a fin de evitar interferencias entre los puestos de venta y con comercios linderos.
   ¿Dónde prefieren ubicarse los carritos? Donde haya máxima circulación de personas, ya que esa es justamente la esencia del negocio, la venta al paso. Así, la Rambla Catalunya, parques y plazas ofrecen la mayor cantidad de puestos. Como botón de muestra, en las paradas del parque a la Bandera, un súper pancho cuesta 18 pesos y 20 si se le suman jamón, queso, huevo y aderezos; la hamburguesa común sale 20 pesos, la especial 22. Hay que agregar 9 pesos más para la gaseosa y se tiene toda una comida por menos de 35 pesos.
   Más allá de las avenidas, la oferta es más variada y claramente supera los productos autorizados a vender en la vía pública: en la zona de Pellegrini y Provincias Unidas suele instalarse un puesto de venta de pescado fresco (o casi), lo mismo que en Oroño u Ovidio Lagos pasando el 5.000; en Sorrento y Travesía también se suele ofrecer bogas o sábalos asados. En esos mismos lugares también se expande la oferta de embutidos y quesos. Todo en plena calle.
El Angel. Frente al monumento a Belgrano, en el parque Independencia, Guillermo Tobi habla con orgullo de su oficio. Desde hace 17 años está al frente del carrito de nombre alado y logró captar una clientela tan fiel como nutrida. En su opinión, en el rubro pesa lo estacional, “los carros de La Florida en invierno bajan la venta, para nosotros es la inversa”, explica. Y dice que en su zona los carritos se muestran organizados y acuden al Sindicato de Vendedores Ambulantes cuando tienen que resolver algún problema.
   Entre sus clientes hay un “30 por ciento de taxistas, parejitas y familias que casi todas llegan en auto”. Explica que para los choripanes utilizan pack especiales con control sanitario, para garantizar la procedencia. “Porque una vez que los chorizos bajaron del gancho ya no se puede asegurar su origen, con los pack, tenemos este aspecto solucionado”, dijo.
   “Esto es una fuente de trabajo importantísima porque somos cabeza de familia, por eso tenemos mucho cuidado en cumplir las normas que nos exige la Municipalidad”, enfatizó. Cabello recogido, uñas cortas y evitar la contaminación cruzada son las claves para la higiene.
   En su opinión, el lugar donde se radica un carrito es fundamental, sobre todo cuando a través de los años se afianza con una clientela propia. Años atrás le tocó sufrir mudanzas. “No nos veía nadie y en el 2002 nos autorizaron este lugar”, cuenta y mira la esquina sudoeste de Lugones y bulevar Oroño, y asegura que un carrito permite vivir “como una clase media normal, sin grandes lujos, sin grandes privaciones”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario