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domingo, 2 de diciembre de 2012

"Sólo nos importa poder cerrar con los chicos la muerte de su padre"


Lo dice la familia de Julio Bereciartu, el empresario entrerriano asesinado en Rosario el 10 de octubre. Los deudos tienen más dudas que certezas sobre lo ocurrido y dicen que irán hasta el final.
La Capital | 

 Gualeguaychú es la segunda ciudad de Entre Ríos: 110 mil habitantes en un lugar en el que el dinero se presiente, donde al caer el sol autos de mediano porte recorren una amplia avenida costera junto a un brazo del río Uruguay rodeada de boliches, clubes náuticos y hosterías. La calma es común en un sitio que, en épocda de carnaval, duplica su población. En esta ciudad, el 10 de octubre, el diablo metió la cola. Fue cuando un crimen conmocionó a sus pobladores aunque la escena del hecho estaba ubicada a 260 kilómetros: en Rosario. Sin embargo, el hecho impactó como sudestada y aún arrastra lodo sobre ambas costas distantes.
Aquel 10 de octubre Juan Pablo Baggio y Julio Bereciartu estaban en Rosario. ¿Por qué? Baggio dio dos versiones: la primera es que paseaban por la ciudad; la segunda que habían ido a Victoria a realizar negocios agropecuarios y que después cruzaron el Paraná para seguir haciendo "algunas cosas". Y hay una tercera opción que Baggio niega: la de posibles movimientos de dinero en una financiera de Córdoba y Corrientes.
Ataque mortal. Lo cierto es que poco después de las 14 de ese miércoles, Juan Pablo Baggio, de 25 años y heredero de una fortuna familiar basada en la empresa RPB que fabrica y distribuye los jugos Baggio, acompañaba a Julio Bereciartu en una camioneta Toyota Hilux que circulaba por Santa Fe y Cafferata. Entonces se les puso a la par una moto con dos hombres. Uno se bajó y apuntó con una pistola 9 milímnetros hacia adentro de la chata: "Danos la plata, la plata", gritó el ladrón. "Dale lo que tenemos", habría dicho Baggio. Y Bereciartu le entregó al ladrón una campera.
Bereciartu estaba al volante del vehículo y no podía arrancar: el semáforo estaba en rojo y la chata encerrada por otros tres autos. Entonces el maleante disparó dos veces. La primera bala dió en el techo de la camioneta, la segunda en el corazón de Julio, que tenía 52 años. El hombre alcanzó a manejar unos 100 metros más y al llegar a Santa Fe y San Nicolás no pudo hacer nada más. Estaba muerto. Cuando la gente se arremolinó en el lugar, Baggio gritaba: "No me bajo, hay plata en la camioneta". Los testigos involuntarios escucharon eso y así lo contaron. En ese instante empezó una historia de presunto ocultamiento que la Justicia aún intenta develar.
Un termo roto y un mate a medio cebar y con sangre quedaron tirados dentro del vehículo. La campera que le sacaron a Bereciartu fue tirada por los ladrones que huyeron.
Juan Pablo Baggio es hijo de Rufino Pino Baggio, uno de los cuatro hermanos que heredaron la fábrica de jugos que lleva su apellido. Bereciartu era la mano derecha de Pino, como antes lo había sido de su padre, Don Rufino. Además, era un reconocido directivo del club Tiro Federal de Gualeguaychú, patrocinante de la comparsa Ara Yeví, una de las animadoras del carnaval de la ciudad. La historia del joven y el hombre estaba ligada desde siempre. Juan Pablo quería mucho a Julio y esa tarde de disparos, muerte y misterio tatuará su alma.
Un hombre reservado. La tarde en Gualeguaychú es tranquila. En una mesa del club Tiro Federal que supo presidir Julio están sentados Virginia Beronessi, ex esposa del hombre asesinado; sus hijos Mariana y Joaquín; y el hermano de Julio, Celso Chicho Bereciartu. En el cuadro familiar falta Rosanna, la segunda esposa del hombre que dejó su vida en las calles de Rosario y sus dos hijas pequeñas, Delfina y Sofía. Un grupo familiar destruido que sólo tiene preguntas, dudas y quiere saber una sola cosa. ¿Por qué murió Julio? ¿Qué llevaban en la camioneta? ¿Qué hacían en Rosario? ¿Por qué la familia de Pino Baggio los ignora desde ese día? Varias de esas preguntas también se las hace el juez rosarino Javier Beltramone, que investiga la causa.
"La noche anterior Julio me dijo que se iba a Rosario. Habíamos cenado en el club y se fue temprano. «Me voy, mañana viajo» me dijo. Parece que Juan Pablo iba a ir a Rosario con su padre pero al final fue Julio", cuenta Chicho Bereciartu. Y agrega: "Mi hermano era muy reservado, no hablaba mucho. No decía si llevaba plata de un lado a otro o si iba a hacer negocios. Nunca decía nada".
Entre mates, Chicho contará que su hermano "trabajó en la fábrica de jugos desde que tenía 38 o 40 años. Rufino Baggio, el fundador, lo quería mucho y al menos una vez me contó que llevó plata de Rufino para comprar hacienda. Después se desvinculó de la empresa por un problema familiar entre los hermanos. No se llevan bien. Julio se fue con Pino y se ocupaba del campo, de la compra de hacienda, de los tambos. Los campos solía arrendarlos por teléfono, ya estaba canchero en eso", dice y los ojos celestes, de hombre de pelea, se le opacan.
Las familias Baggio y Bereciartu se conocen, se ven. "Acá todos nos conocemos y se dicen muchas cosas. Que fue una venganza familiar, que fue una batida armada desde Gualeguaychú. No hay nada claro. Mis hijos quieren saber qué pasó con su padre", dirá Virginia Beronessi, una entrerriana de ojos claros y carácter fuerte que está dispuesta a ir hasta el final.
La mujer tiene versiones de todo tipo que volcó en el juzgado rosarino. Pero son indicios, entramados, historias oscuras. "Cuando hablé con Juan Pablo lo primero que me dijo es que Julio le salvó la vida, y me lo dijo casi llorando", cuenta Virginia.
La última reunión. Chicho y Virginia recuerdan que mantuvieron una sola reunión con Pino y que "no fue buena". "Le pedimos que se sincerara, que nos dijera que hacían en Rosario su hijo y Julio. Que si él nos decía la verdad se cerraba el tema. Que no nos importa la plata ni de dónde la sacó, que nos importa cerrar en los chicos la muerte de su padre, que sus hijas más chicas no lo esperen en vano", dijeron ayudándose entre los dos. Y Virginia huyó en una frase: "Al tipo no se le movió una ceja, negó todo y dijo que fueron a Victoria y pasearon por Rosario".
El pueblo es un rumor tras otro. Se habla de un bolso con un millón de dólares robado aquella tarde fatal, de mensajes en teléfonos, de celulares que nunca se encontraron, de venganzas familiares. Se habla sin pruebas.
La familia Bereciartu llegó a publicar una solicitada en el diario El Día de Gualeguaychú: "Señores ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué es tan importante de ocultar que hay que matar el recuerdo de nuestro padre? ¿Unos míseros billetes? Un ajuste de cuentas mal dirigido, un robo programado o al voleo", dice el texto. E increpa: "Por qué se niega que fueron al lugar donde todos sabemos que iban". La solicitad la firman Mariana y Joaquín, los hijos de 26 y 22 años de Bereciartu.
Joaquín es de pocas palabras, como su padre. Pero su voz apocada y tímida se vuelve tormenta. "Que no oculten, nos cagamos en la plata, buscan el odio", dijo en referencia a la familia Baggio. "No los vimos nunca más, ni siquiera a Rosanna (la segunda esposa de Julio) se le aceraron y es una chica de trabajo como nosotros que está pasando necesidades", dijo "Chicho". Mariana, junto a él, agregó: "Queremos saber qué pasó".
En busca de esa verdad, el viernes el juez Beltramone indagó a Juan Pablo Baggio y lo imputó por encubrimiento agravado. El magistrado considera que "esconde algo y entorpece la investigación" de un caso difícil de esclarecer.
Actitudes
Las familias Baggio y Bereciartu se conocen desde siempre, pero desde el trágico miércoles 10 de octubre un crimen parece haberlos separado. Mientras la familia Bereciartu no tuvo problemas en recibir a La Capital, en el country donde viven los Baggio fue todo silencio. En la puerta de un chalé de ladrillos vistos sin ostentación, Juan Pablo Baggio fue taxativo: "No voy a hablar con la prensa. Sólo voy a declarar en el Juzgado", y cuando lo hizo quedo imputado por encubrimiento.

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