Desde la sanción de la ley se
celebraron 397 casamientos. La jurisdicción sólo es superada por la
provincia y la ciudad de Buenos Aires. Un especialista destaca los
avances en materia de respeto.
La provincia de Santa Fe es la tercera jurisdicción donde se han
celebrado más matrimonios entre personas del mismo sexo. Sólo es
superada por la provincia y la ciudad de Buenos Aires, donde la
población es mucho mayor también. A casi dos años de la sanción de la
ley que habilitó el casamiento igualitario, Diario UNO dialogó con el
especialista en la materia Raúl Galoppe, quien destacó los avances
logrados en el país en los últimos años en la aceptación y el respeto de
la diversidad. De todas maneras manifestó que son varios los temas que
hay que seguir trabajando ya que las leyes por sí solas no erradican los
prejuicios.
El jueves pasado se celebró el Día contra la Homofobia y la Transfobia en todo el mundo y en Santa Fe y la Argentina la fecha tuvo un marco especial. La reciente sanción de la ley de identidad de género y el cumplimiento efectivo y sin restricciones del derecho al matrimonio de las personas del mismo sexo posicionó al país en un lugar de privilegio en cuanto al respeto de los derechos y la protección de la diversidad sexual.
Según datos difundidos por la prensa nacional, en casi dos años se celebraron 4.000 casamientos entre parejas gays o lesbianas. De ellas, 1.240 tuvieron lugar en la provincia de Buenos Aires; 1.160 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; 397 en Santa Fe; 345 en Córdoba; 320 en Mendoza; y 97 en Entre Ríos.
Por otro lado, Santa Fe también fue una de las primeras provincias en lograr que se le entregue un documento nacional de identidad a una mujer trans sin necesidad de recurrir a la vía judicial. El 8 de marzo pasado –dos meses antes de que se sancionara la ley de identidad de género que habilita el trámite en todo el país–, Alejandra Victoria Ironici recibió su DNI y partida de nacimiento con su nombre.
Avances y deudas
En el marco de las actividades por el Día Municipal contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género, la Municipalidad organizó un taller de sensibilización sobre la temática para el personal que trabaja en la atención al público. El principal orador en el encuentro fue Raúl Galoppe, un santafesino radicado en Estados Unidos, que es coordinador del programa de estudios GLBTQ (gays, lesbianas, bisexuales, trans y queer) de la Universidad de Montclair, en New Jersey, Estados Unidos.
“Básicamentre tratamos de abordar la diferencia entre legislación y visibilidad. Santa Fe tiene una normativa muy avanzada respecto a los derechos de las minorías sexuales. Aún así vemos que la sociedad se sigue manejando en términos binarios de masculino y femenino. Donde hay un rol asignado al hombre y otro a la mujer y donde todo lo que no entre dentro de esas dos categorizaciones pareciera que no tiene cabida”, detalló y agregó: “El objetivo fue crear conciencia de que hace falta más visibilidad. Es necesario ver otras manifestaciones de la sexualidad en los espacios públicos y empezar a acostumbrarse que puede haber expresiones de afecto entre personas del mismo sexo”.
Al respecto marcó que, puntualmente en esa capacitación, la propuesta fue brindar las estrategias para que las oficinas públicas, en especial las vinculadas a la atención a la comunidad, se conviertan en espacios libres de discriminación. “Incluso se habló de la posibilidad de identificarlos a partir de una calcomanía donde se garantice que el personal de esa oficina está capacitado para recibir todo tipo de minorías sexuales”, marcó.
—¿Es positivo hacer ese tipo de distinciones? Porque en general se aspira a que todas las oficinas de atención al público sean seguras...
—Sí. En un mundo ideal eso no sería necesario. Pero mientras llegamos a ese lugar ideal es importante empezar por ese lado. Cuando nosotros queremos que un mensaje se destaque hay que hacerlo visible hasta que se internalice. Creo que es una manera de decir, con orgullo, que esa oficina, ese personal es solidario y un aliado del espacio seguro.
—¿Cuáles son las conductas más habituales que resultan discriminatorias en la atención al público?
—Por lo que se habló en la jornada, lo habitual es una diferencia en el trato. Y eso no sólo se da con personas de la periferia sexual sino que también a veces se da con ancianos, porque la gente asume que van a ser más lentos en la tramitación o les va a costar más entender lo que se les dice. Entonces sucede que, a lo mejor, los empleados optan por pasarlo por alto para que lo atienda otro. Al identificar a una persona como lesbiana, gay o trans, todos prejuicios que alguien puede sentir hacia esos grupos se representan en esa única persona. Y eso se manifiesta en maltrato, mala atención, ignorando a la persona y muchas veces agrediendo con palabras ofensivas o con humor. Las bromas suelen ser la manera más socialmente aceptada para ejercer la discriminación. Cuando se cuenta un chiste con un mensaje agresivo se busca ridiculizar a una nacionalidad, a las mujeres, a las personas con diferente orientación sexual o identidad. Para eso los estereotipamos.
—¿La sanción de la ley de identidad de género y matrimonio igualitario son un comienzo en el camino de aceptar y naturalizar la diversidad?
—Cuando algo es legal y está avalado por el Estado se da fortaleza a los grupos en cuestión para poder hacer valer sus derechos. Obviamente, creo que es un trabajo individual de todos el luchar por la aceptación social de la diversidad. Como decía al principio, la ley está pero no hay una visibilidad que haga que la gente pueda sentirse cómoda para expresar sus afectos y su propia subjetividad. En ese sentido, también hay que entender que la heterosexualidad es considerada, erróneamente, la sexualidad “de fábrica”. Uno asume heterosexualidad en las personas y eso es lo primero que hay que trabajar. Tenemos que dejar de asumir que alguien es heterosexual porque se configura dentro de los parámetros de un género. Entonces, a partir del discurso, podremos averiguar y consultar sobre la sexualidad de manera más libre como preguntamos otras cosas de la persona.
—¿A qué atribuye que sigan prevaleciendo los prejuicios? ¿La tradición religiosa, la falta de apertura para hablar de estos temas o el tabú que todavía es la sexualidad?
—Obviamente la homosexualidad se crea médicamente en 1869 cuando un médico psiquiatra la define como una enfermedad para descriminalizar las prácticas sexuales entre hombres en Alemania, porque estaban penadas con la cárcel. A partir de ahí ese término se carga de ese estigma. Por otro lado, antes, la sodomía o el pecado nefando, como se lo llamaba en el medioevo, siempre fue castigado por el cristianismo. Quizás, entonces, a la idea de ver la sexualidad como reproductiva y regulada por instituciones como la Iglesia y ciertos Estados, se le suma el tabú o la desinformación. Hay que tener en cuenta que 1973 la American Psychiatric Association quita a la homosexualidad de la lista de enfermedades y recién en 1990 la Organización Mundial de la Salud también la quita del listado. Ahí es cuando, internacionalmente, la declara un estilo de vida y no una enfermedad.
Al respecto manifestó que, en ese contexto, son importantes los avances logrados en los últimos años porque en apenas 22 años se han dado pasos muy importantes y hablan de un crecimiento en el respeto de las libertades.
Por último, remarcó que “el género y la manera en que se construye es totalmente arbitrario. El ser hombre o ser mujer cambia de acuerdo al tiempo, la política y la geografía, entre otros aspectos”. Y señaló que es necesario el compromiso de todas las personas para hablar de estos temas y erradicar los prejuicios.
El jueves pasado se celebró el Día contra la Homofobia y la Transfobia en todo el mundo y en Santa Fe y la Argentina la fecha tuvo un marco especial. La reciente sanción de la ley de identidad de género y el cumplimiento efectivo y sin restricciones del derecho al matrimonio de las personas del mismo sexo posicionó al país en un lugar de privilegio en cuanto al respeto de los derechos y la protección de la diversidad sexual.
Según datos difundidos por la prensa nacional, en casi dos años se celebraron 4.000 casamientos entre parejas gays o lesbianas. De ellas, 1.240 tuvieron lugar en la provincia de Buenos Aires; 1.160 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; 397 en Santa Fe; 345 en Córdoba; 320 en Mendoza; y 97 en Entre Ríos.
Por otro lado, Santa Fe también fue una de las primeras provincias en lograr que se le entregue un documento nacional de identidad a una mujer trans sin necesidad de recurrir a la vía judicial. El 8 de marzo pasado –dos meses antes de que se sancionara la ley de identidad de género que habilita el trámite en todo el país–, Alejandra Victoria Ironici recibió su DNI y partida de nacimiento con su nombre.
Avances y deudas
En el marco de las actividades por el Día Municipal contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género, la Municipalidad organizó un taller de sensibilización sobre la temática para el personal que trabaja en la atención al público. El principal orador en el encuentro fue Raúl Galoppe, un santafesino radicado en Estados Unidos, que es coordinador del programa de estudios GLBTQ (gays, lesbianas, bisexuales, trans y queer) de la Universidad de Montclair, en New Jersey, Estados Unidos.
“Básicamentre tratamos de abordar la diferencia entre legislación y visibilidad. Santa Fe tiene una normativa muy avanzada respecto a los derechos de las minorías sexuales. Aún así vemos que la sociedad se sigue manejando en términos binarios de masculino y femenino. Donde hay un rol asignado al hombre y otro a la mujer y donde todo lo que no entre dentro de esas dos categorizaciones pareciera que no tiene cabida”, detalló y agregó: “El objetivo fue crear conciencia de que hace falta más visibilidad. Es necesario ver otras manifestaciones de la sexualidad en los espacios públicos y empezar a acostumbrarse que puede haber expresiones de afecto entre personas del mismo sexo”.
Al respecto marcó que, puntualmente en esa capacitación, la propuesta fue brindar las estrategias para que las oficinas públicas, en especial las vinculadas a la atención a la comunidad, se conviertan en espacios libres de discriminación. “Incluso se habló de la posibilidad de identificarlos a partir de una calcomanía donde se garantice que el personal de esa oficina está capacitado para recibir todo tipo de minorías sexuales”, marcó.
—¿Es positivo hacer ese tipo de distinciones? Porque en general se aspira a que todas las oficinas de atención al público sean seguras...
—Sí. En un mundo ideal eso no sería necesario. Pero mientras llegamos a ese lugar ideal es importante empezar por ese lado. Cuando nosotros queremos que un mensaje se destaque hay que hacerlo visible hasta que se internalice. Creo que es una manera de decir, con orgullo, que esa oficina, ese personal es solidario y un aliado del espacio seguro.
—¿Cuáles son las conductas más habituales que resultan discriminatorias en la atención al público?
—Por lo que se habló en la jornada, lo habitual es una diferencia en el trato. Y eso no sólo se da con personas de la periferia sexual sino que también a veces se da con ancianos, porque la gente asume que van a ser más lentos en la tramitación o les va a costar más entender lo que se les dice. Entonces sucede que, a lo mejor, los empleados optan por pasarlo por alto para que lo atienda otro. Al identificar a una persona como lesbiana, gay o trans, todos prejuicios que alguien puede sentir hacia esos grupos se representan en esa única persona. Y eso se manifiesta en maltrato, mala atención, ignorando a la persona y muchas veces agrediendo con palabras ofensivas o con humor. Las bromas suelen ser la manera más socialmente aceptada para ejercer la discriminación. Cuando se cuenta un chiste con un mensaje agresivo se busca ridiculizar a una nacionalidad, a las mujeres, a las personas con diferente orientación sexual o identidad. Para eso los estereotipamos.
—¿La sanción de la ley de identidad de género y matrimonio igualitario son un comienzo en el camino de aceptar y naturalizar la diversidad?
—Cuando algo es legal y está avalado por el Estado se da fortaleza a los grupos en cuestión para poder hacer valer sus derechos. Obviamente, creo que es un trabajo individual de todos el luchar por la aceptación social de la diversidad. Como decía al principio, la ley está pero no hay una visibilidad que haga que la gente pueda sentirse cómoda para expresar sus afectos y su propia subjetividad. En ese sentido, también hay que entender que la heterosexualidad es considerada, erróneamente, la sexualidad “de fábrica”. Uno asume heterosexualidad en las personas y eso es lo primero que hay que trabajar. Tenemos que dejar de asumir que alguien es heterosexual porque se configura dentro de los parámetros de un género. Entonces, a partir del discurso, podremos averiguar y consultar sobre la sexualidad de manera más libre como preguntamos otras cosas de la persona.
—¿A qué atribuye que sigan prevaleciendo los prejuicios? ¿La tradición religiosa, la falta de apertura para hablar de estos temas o el tabú que todavía es la sexualidad?
—Obviamente la homosexualidad se crea médicamente en 1869 cuando un médico psiquiatra la define como una enfermedad para descriminalizar las prácticas sexuales entre hombres en Alemania, porque estaban penadas con la cárcel. A partir de ahí ese término se carga de ese estigma. Por otro lado, antes, la sodomía o el pecado nefando, como se lo llamaba en el medioevo, siempre fue castigado por el cristianismo. Quizás, entonces, a la idea de ver la sexualidad como reproductiva y regulada por instituciones como la Iglesia y ciertos Estados, se le suma el tabú o la desinformación. Hay que tener en cuenta que 1973 la American Psychiatric Association quita a la homosexualidad de la lista de enfermedades y recién en 1990 la Organización Mundial de la Salud también la quita del listado. Ahí es cuando, internacionalmente, la declara un estilo de vida y no una enfermedad.
Al respecto manifestó que, en ese contexto, son importantes los avances logrados en los últimos años porque en apenas 22 años se han dado pasos muy importantes y hablan de un crecimiento en el respeto de las libertades.
Por último, remarcó que “el género y la manera en que se construye es totalmente arbitrario. El ser hombre o ser mujer cambia de acuerdo al tiempo, la política y la geografía, entre otros aspectos”. Y señaló que es necesario el compromiso de todas las personas para hablar de estos temas y erradicar los prejuicios.
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