domingo, 20 de mayo de 2012

INT. Nace la carrera espacial privada de la mano de un importante magnate de Estados Unidos

Lanzaron desde Cabo Cañaveral la primera cápsula fabricada por una compañía privada. Lo consideran un paso trascendente hacia los vuelos espaciales comerciales.

 

Los reporteros preparan las cámaras operadas por control remoto aguardando el lanzamiento de hoy.
Los reporteros preparan las cámaras operadas por control remoto aguardando el lanzamiento de hoy.
Desde hoy la entrada de la iniciativa privada en la carrera espacial es un hecho. La primera cápsula fabricada por una empresa despegó esta mañana rumbo a la Estación Espacial Internacional (ISS) que orbita alrededor de la Tierra a 390 kilómetros de distancia. El lanzamiento, desde Cabo Cañaveral, en Florida (EEUU), se realizó a las 4.55 horas (5.55 hora argentina).

Todo es fruto de la iniciativa de Elon Musk, un ingeniero sudafricano que se hizo multimillonario y ahora divide su tiempo entre su compañía de coches eléctricos (Tesla Motors) y su voluntad de convertirse en el nuevo rey de la carrera espacial. Su sueño es fundar una colonia en la superficie de Marte.

De momento, su primer paso es enviar una nave con media tonelada de agua y alimentos a la Estación Espacial Internacional. El lanzamiento se presenta como un hito debido al repliegue de los gobiernos y los recortes presupuestarios, que han convertido el espacio en un lujo que el contribuyente no se puede permitir.

La cápsula por ahora no tripulada que Musk envía al espacio responde al nombre de Dragon y su vuelo forma parte de un plan diseñado por la Casa Blanca para eximir a la Nasa de sus misiones más rutinarias y centrar sus esfuerzos en otros desafíos: la Luna y Marte.

El Dragon se acercará primero a unos dos kilómetros de la Estación Espacial Internacional (ISS) para demostrar que funcionan sus sensores y su capacidad de abortar la operación. Sólo entonces tendrá permiso para iniciar el ensamblaje y dejar su carga. Una operación que desde el final de la era de los transbordadores desarrollan naves estatales fletadas por Rusia, Japón y la Unión Europea. Musk se propone acometer la maniobra en el tercer día de la misión (el martes) con la ayuda de un brazo robótico de unos 20 metros. Pero sus ingenieros insisten en que sólo emprenderán la maniobra si todo transcurre según el guión.

La compañía de Musk se llama SpaceX y en 2008 firmó un contrato por 12 vuelos. Se compromete a llevar víveres y experimentos a la estación y recibe a cambio unos 1.200 millones de euros. La cifra se duplica si todas las misiones se completan con éxito.

SpaceX tiene su sede en un hangar californiano y emplea a unas 1.700 personas. La mayoría son ingenieros veinteañeros. La compañía estudia abrir sedes nuevas en Texas y Florida para hacer frente al aluvión de encargos pendientes: unos 40 cohetes en cinco años para poner en órbita satélites de Tailandia, Israel, Argentina, Taiwán y Canadá.

Un fracaso en la misión de esta semana sería una catástrofe para la empresa, pero resultará la maniobra de ensamblaje la que marque el éxito de la misión.

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