domingo, 29 de enero de 2012

La intendenta de Montevideo veranea en Rosario

Se prometió a sí misma que vendría a Rosario, pero no a trabajar sino como turista. Y cumplió. Llegó un miércoles y se perdió entre la gente como una más. Caminó, sacó fotos y tomó apuntes, cruzó a las islas, se soleó, visitó bares, comió cosas típicas, charló y discutió de política y fútbol \"como buena hincha de Nacional\" que dice ser.

Se prometió a sí misma que vendría a Rosario, pero no a trabajar sino como turista. Y cumplió. Llegó un miércoles y se perdió entre la gente como una más. Caminó, sacó fotos y tomó apuntes, cruzó a las islas, se soleó, visitó bares, comió cosas típicas, charló y discutió de política y fútbol "como buena hincha de Nacional" que dice ser. Recién el domingo se contactó con su par en la ciudad, nada menos que con la primera mandataria, Mónica Fein. La visitante es también intendenta de su ciudad, Montevideo. Se llama Ana Olivera y su mirada, como la de todo turista es parcial, pero sirve porque rescata y critica lo que los rosarinos ya no pueden de tan involucrados, fastidiados o encariñados que están con la ciudad. Cuenta que en Uruguay le preguntaron si de vacaciones se iba a ir a Florianópolis y dijo: "No, a Rosario". ¿Qué tal?
Llegó a la nota locuaz, con una pequeña cámara digital en mano, un bolso grande y acompañada de Fein. "Cuando me decían que estaba Ana en la ciudad yo decía: «No puede ser, me hubiera llamado»". Pero no fue así. Olivera decidió ser una más en las calles, casi como el personaje del Papa que se pierde como cualquier hijo de vecino por Roma en la última película de Nanni Moretti. "Es que había venido diez veces por trabajo; la última vez recorrí la zona de la Florida y me dije: «No conozco esta ciudad, voy a volver». Me vine unos días de vacaciones para saldar una deuda conmigo misma. Y la caminé toda. Para conocer una ciudad hay que caminarla".
-Hay que caminar las ciudades para conocerlas y también para gobernarlas, ¿no?
-Claro que sí. Eso hago en Montevideo. Tengo auto oficial pero no particular: voy en colectivo (saca la tarjeta de su billetera y la muestra) o camino. Y acá hice lo mismo. Caminé desde el centro hasta la rambla Catalunya durante dos horas.
-¿Y?
-Me encantó.
-¿A pesar del calor y los cortes de luz?
-Por suerte no sufrí cortes de luz y la verdad que el calor me encanta. Disfruté de los 35 grados y crucé el río a la hora en que van los «medio tiempo» como yo y me volví cuando llegaban los jóvenes. Me sorprendí de ver tanta gente en los espacios públicos. Rosario tiene algo fantástico: hay flores por todos lados y tiene un lenguaje interesante para comunicarse con los ciudadanos. Tal vez para ustedes es una pavada, pero para mí es lindo eso de leer "zona de calma" para decir que no podés ir a más de 30 kilómetros por hora al circular, es una expresión fantástica. También me gustó leer mensajes sobre los afectos en la Isla de los Inventos o el cartel de un bar donde el dueño invitaba a los vecinos que van con mascotas a que lleven bolsita para los excrementos.
Olivera se acuerda de cada calle y avenida por las que paseó y las nombra. También recuerda cada lugar que visitó y ofrece mostrar las fotos que sacó para dar testimonio. También cuenta que conocía al -egro Fontanarrosa y le pide al fotógrafo que le saque una foto con una escultura del dibujante instalada en el bar El Cairo. En definitiva, a la funcionaria le llama la atención lo que a todo turista, pero algunas cosas le delatan el cargo. ¿A quién si no le pueden llamar la atención los carteles pintados en las paredes con los nombres de las calles?
-¿Por qué le parecen interesantes?
-Porque nosotros tuvimos una discusión enorme, hicimos una licitación para 3 mil carteles y apenas se ven. Los que estaban hace años, preciosos, fueron desapareciendo. Ustedes resolvieron fácil: los pintaron, y se ven; están en todas las calles porque me fijé y caminé por los barrios.
-¿Que le pareció el tránsito?
-No vi embotellamientos, cosa común a las seis de la tarde en Montevideo. Sí vi peatones que cruzan cuando no es su momento, en eso son más arriesgados que nosotros.
-¿Vio limpia a la ciudad?
-Sí, vi muchas papeleras (cestos) en los lugares públicos.
-¿Notó contraste social?
-Sí. Acá hay contenedores como allá. La diferencia es que ustedes clasifican, y eso es bueno, pero no lo es que haya niños adentro buscando basura. Vi pocos carros con caballos pero muchos carritos con bicicletas.
-¿Comió algo típicamente rosarino o de esta zona?
-Sí, boga. Y helado. El helado rosarino tiene buena fama. Y yo creo que eso tiene que ver con que dos grandes heladerías de acá hacen referencia a Montevideo y Uruguay (risas).
Las semejanzas
Cuando LaCapital comentó a Fein y a Olivera que las unía tener unos 16 años en la función pública y ser las primeras mujeres que ocupaban el puesto de intendentas en sus ciudades, Fein dijo: "Nos unen muchas más cosas, una amistad". Y Olivera agregó. "Hace tiempo que militamos y somos funcionarias, pero nunca pensamos llegar a ser intendentas".
Mónica Fein tiene 54 años, es bioquímica y comenzó a militar a los 18 años en el Partido Socialista. Está casada y tiene dos hijos, una joven de 26 y un muchacho de 24.Ana Olivera tiene 58, es profesora de francés y milita desde los 16 en el Partido Comunista que integra el Frente Amplio. Estuvo exiliada en Cuba y Francia. Está separada, tiene un hijo de 28 años y una nieta de 4; "espectacular", dijo chocha.

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