Se prometió a sí misma que
vendría a Rosario, pero no a trabajar sino como turista. Y cumplió.
Llegó un miércoles y se perdió entre la gente como una más. Caminó, sacó
fotos y tomó apuntes, cruzó a las islas, se soleó, visitó bares, comió
cosas típicas, charló y discutió de política y fútbol \"como buena
hincha de Nacional\" que dice ser.
Se prometió a sí misma que
vendría a Rosario, pero no a trabajar sino como turista. Y cumplió.
Llegó un miércoles y se perdió entre la gente como una más. Caminó, sacó
fotos y tomó apuntes, cruzó a las islas, se soleó, visitó bares, comió
cosas típicas, charló y discutió de política y fútbol "como buena hincha
de Nacional" que dice ser. Recién el domingo se contactó con su par en
la ciudad, nada menos que con la primera mandataria, Mónica Fein. La
visitante es también intendenta de su ciudad, Montevideo. Se llama Ana
Olivera y su mirada, como la de todo turista es parcial, pero sirve
porque rescata y critica lo que los rosarinos ya no pueden de tan
involucrados, fastidiados o encariñados que están con la ciudad. Cuenta
que en Uruguay le preguntaron si de vacaciones se iba a ir a
Florianópolis y dijo: "No, a Rosario". ¿Qué tal?
Llegó a la nota locuaz, con una pequeña
cámara digital en mano, un bolso grande y acompañada de Fein. "Cuando
me decían que estaba Ana en la ciudad yo decía: «No puede ser, me
hubiera llamado»". Pero no fue así. Olivera decidió ser una más en las
calles, casi como el personaje del Papa que se pierde como cualquier
hijo de vecino por Roma en la última película de Nanni Moretti. "Es que
había venido diez veces por trabajo; la última vez recorrí la zona de la
Florida y me dije: «No conozco esta ciudad, voy a volver». Me vine unos
días de vacaciones para saldar una deuda conmigo misma. Y la caminé
toda. Para conocer una ciudad hay que caminarla".
-Hay que caminar las ciudades para conocerlas y también para gobernarlas, ¿no?
-Claro que sí. Eso hago en Montevideo.
Tengo auto oficial pero no particular: voy en colectivo (saca la tarjeta
de su billetera y la muestra) o camino. Y acá hice lo mismo. Caminé
desde el centro hasta la rambla Catalunya durante dos horas.
-¿Y?
-Me encantó.
-¿A pesar del calor y los cortes de luz?
-Por suerte no sufrí cortes de luz y la
verdad que el calor me encanta. Disfruté de los 35 grados y crucé el
río a la hora en que van los «medio tiempo» como yo y me volví cuando
llegaban los jóvenes. Me sorprendí de ver tanta gente en los espacios
públicos. Rosario tiene algo fantástico: hay flores por todos lados y
tiene un lenguaje interesante para comunicarse con los ciudadanos. Tal
vez para ustedes es una pavada, pero para mí es lindo eso de leer "zona
de calma" para decir que no podés ir a más de 30 kilómetros por hora al
circular, es una expresión fantástica. También me gustó leer mensajes
sobre los afectos en la Isla de los Inventos o el cartel de un bar donde
el dueño invitaba a los vecinos que van con mascotas a que lleven
bolsita para los excrementos.
Olivera se acuerda de cada calle y
avenida por las que paseó y las nombra. También recuerda cada lugar que
visitó y ofrece mostrar las fotos que sacó para dar testimonio. También
cuenta que conocía al -egro Fontanarrosa y le pide al fotógrafo que le
saque una foto con una escultura del dibujante instalada en el bar El
Cairo. En definitiva, a la funcionaria le llama la atención lo que a
todo turista, pero algunas cosas le delatan el cargo. ¿A quién si no le
pueden llamar la atención los carteles pintados en las paredes con los
nombres de las calles?
-¿Por qué le parecen interesantes?
-Porque nosotros tuvimos una discusión
enorme, hicimos una licitación para 3 mil carteles y apenas se ven. Los
que estaban hace años, preciosos, fueron desapareciendo. Ustedes
resolvieron fácil: los pintaron, y se ven; están en todas las calles
porque me fijé y caminé por los barrios.
-¿Que le pareció el tránsito?
-No vi embotellamientos, cosa común a
las seis de la tarde en Montevideo. Sí vi peatones que cruzan cuando no
es su momento, en eso son más arriesgados que nosotros.
-¿Vio limpia a la ciudad?
-Sí, vi muchas papeleras (cestos) en los lugares públicos.
-¿Notó contraste social?
-Sí. Acá hay contenedores como allá. La
diferencia es que ustedes clasifican, y eso es bueno, pero no lo es que
haya niños adentro buscando basura. Vi pocos carros con caballos pero
muchos carritos con bicicletas.
-¿Comió algo típicamente rosarino o de esta zona?
-Sí, boga. Y helado. El helado rosarino
tiene buena fama. Y yo creo que eso tiene que ver con que dos grandes
heladerías de acá hacen referencia a Montevideo y Uruguay (risas).
Las semejanzas
Cuando LaCapital comentó a Fein y a Olivera que las unía tener unos
16 años en la función pública y ser las primeras mujeres que ocupaban el
puesto de intendentas en sus ciudades, Fein dijo: "Nos unen muchas más
cosas, una amistad". Y Olivera agregó. "Hace tiempo que militamos y
somos funcionarias, pero nunca pensamos llegar a ser intendentas".Mónica Fein tiene 54 años, es bioquímica y comenzó a militar a los 18 años en el Partido Socialista. Está casada y tiene dos hijos, una joven de 26 y un muchacho de 24.Ana Olivera tiene 58, es profesora de francés y milita desde los 16 en el Partido Comunista que integra el Frente Amplio. Estuvo exiliada en Cuba y Francia. Está separada, tiene un hijo de 28 años y una nieta de 4; "espectacular", dijo chocha.
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