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domingo, 18 de diciembre de 2011

PROV. STA FE/"Pablo fue asesinado por un hombre violento, estafador y sin escrúpulos"

Un comerciante de 36 años fue apuñalado en Arroyo Seco por un cliente que le debía dinero. Su familia no cree en la versión de que el crimen fue un accidente ocurrido en medio de una pelea.


"No entendemos lo que pasó. Pablo nunca se había peleado con nadie y el que lo mató, por el contrario, era un violento que se jactaba de su pasado como militar y además hace un tiempo nos estafó. Un tipo sin escrúpulos que tiene que ir preso varios años". La familia de Pablo Ravizzini, el comerciante de 36 años asesinado el lunes pasado en Arroyo Seco, no acepta la versión inicial de que el joven murió casi accidentalmente en una pelea con un viejo cliente que le debía dinero. Y mucho menos admite, como declaró el homicida tras entregarse en Tribunales, que el cuchillo que terminó con su vida era de la propia víctima. "De ninguna manera iba armado, él no llevaba ni un destornillador. No era esa clase de persona", afirman su madre y sus hermanos, que en medio del dolor esperan "que se haga justicia" y claman, a tal fin, por la aparición de "testigos que cuenten la verdad".
Pablo Juan Ravizzini, gerente de una estación de servicios en Pueblo Esther, fue asesinado el lunes pasado cerca de las 12.40 en 9 de Julio y Juárez Celman de Arroyo Seco. Allí se bajó de su camioneta Ford y encaró a Alberto Rodolfo Quercia, quien iba en un auto blanco. Según fuentes policiales, dos albañiles escucharon al joven increpar a Quercia: "Pagame los 300 mil pesos que me debés", antes de trenzarse en un forcejeo que culminó con el comerciante mortalmente apuñalado.
Quercia se entregó en Tribunales y antes de quedar detenido en la alcaidía admitió la autoría del crimen y una deuda con Ravizzini, de la que no especificó el monto. También dijo que el arma no era suya sino de la víctima. La causa se tramita en el juzgado de Instrucción Nº 14, a cargo de María Laura Savatier, con intervención de la fiscal Adriana Camporini.
Películas. Hace unos 15 días Pablo volvió de Europa, donde entre otras cosas había conocido la Liverpool de sus adorados Beatles. Es probable que ese viaje le haya agregado un plus de motivación a sus proyectos con el dúo de jazz, bossa y blues en el que tocaba la guitarra y le hacía coros a su mujer María Eugenia. Sin dejar de soñar con poder montar alguna vez un estudio de grabación en su casa de Pueblo Esther. Y sin dejar de lado, claro, sus responsabilidades en la estación de servicios de su familia, donde se hacía cargo del gerenciamiento que le había deparado la muerte de su padre en 2007.
"Trabajaba un montón. Y el resto de su vida era la música", lo recuerdan al unísono sus hermanos Aldo (32) y Mariana (27), y una sonrisa se les filtra sin permiso entre el dolor y la incredulidad que hace una semana se apropió de sus vidas; como "una película de terror". Como esas cosas —reflexionan— que siempre les pasan a otros y de golpe, cuando le ocurren a uno, no se pueden terminar de creer.
Junto a los hermanos está Ana, afrontando el peor drama que la vida le puede deparar a una mujer. Atrapada entre el pasado fresco de su niño al que le enseñó los primeros acordes de guitarra y el futuro trunco del mayor de sus tres hijos , su presente es un remolino de amor, dolor, orgullo y bronca en el que intenta no ahogarse.
En las fotos que Mariana no deja de clickear en la computadora, en el papelerío que Aldo intenta retomar, en los recuerdos que brotan sin permiso a través de su mamá, Pablo sigue presente en la que fuera su oficina del playón ubicado sobre la ruta 21, un par de cuadras al sur de donde comienza la A-012.
Su madre calcula que el joven había empezado a trabajar en el negocio familiar "más o menos a los 20 años, ayudando al padre". Y cuando éste murió —en unos días se cumplen cuatro años— Pablo se hizo cargo del emprendimiento. Entre las cosas que debió afrontar hubo un cliente que un día dejó de pagar.
Incobrable. En 1998 Alberto Quercia comenzó a cargar combustible en los surtidores de los Ravizzini. "El tenía camiones cisterna y distribuía nafta. Mi marido lo conocía porque antes de la estación de servicios había sido camionero de (la petrolera) Shell. Quercia era un cliente como tantos transportistas que cargan acá, con cuenta corriente", recuerda Ana.
"Unos seis meses después de la muerte de mi papá —añade Aldo— Quercia dejó de pagar. Al principio traía cheques de terceros y como la relación era cordial se le daba recibo. Pero después los cheques se caían por falta de fondos. Pablo lo llamaba, él cambiaba los cheques pero no servían. Algunos resultaron falsos, incluso con direcciones de bancos que no existían. Finalmente se le cerró la cuenta para que la deuda no creciera".
Luego de meses de intentar en vano cobrar la deuda, los Ravizzini intentaron hacerlo a través de un abogado. "Nunca le pudimos iniciar un juicio porque, aunque tiene varias propiedades, resulta que nada estaba a su nombre. Era un fantasma", explica Ana las razones por las que hace un tiempo debieron pasar a incobrables la deuda.
En este sentido, si bien no ratificaron la cifra adeudada que trascendió en un primer momento aseveraron que el quebranto fue importante. "Por suerte pudimos remontar el agujero financiero que nos dejó Quercia y seguir adelante con la estación", sostiene Aldo.
Amenazas. Pero no fueron sólo patrimoniales o financieras las razones por las cuales los Ravizzini se resignaron a no cobrar esa deuda. “En un momento recibimos amenazas de su parte y por miedo no hicimos las denuncias”, dice Ana, en cuya cabeza retumba el denso anecdotario que solía brindarle Quercia sobre su participación como militar en operaciones del ejército argentino en Centroamérica durante los 80.
   “Me lo contó a mí, no me lo dijo un tercero. El decía que había estado en Guatemala, se vanagloriaba de esas cosas”, recuerda la mujer sobre el hombre al que considera “un robot entrenado para matar”.
   Esos dichos, y otras demostraciones de violencia del ex cliente que ahora retumban con otro sentido en los recuerdos de la mujer, tornan muy poco creíble para la familia la versión de la puñalada accidental que trascendió de fuentes policiales en un primer momento (ver aparte).
Inconcebible. “Por lo que pudimos averiguar, mi hermano salió del banco a las 12.20. Entiendo que vio pasar a Quercia en el auto y entonces se subió a la chata y lo siguió. En algún momento ambos bajaron, Pablo le debe haber reclamado la deuda, pero nos resulta inconcebible que le haya querido pegar. Y mucho menos que lo haya amenazado con un cuchillo, nunca llevaba ni un destornillador”, asegura Aldo.
   Y para reforzar su presunción cuenta una anécdota que, con el resultado puesto, suena tan escalofriante como puede ser una premonición que se cumple. “Una vez le dijeron que tuviera cuidado con Quercia, que era jodido. Y Pablo respondió que le daba miedo la idea de enfrentarlo porque lo creía capaz de sacar un cuchillo y matarlo. Mi hermano sabía quién era ese tipo”.
“Quisiéramos que la gente de Arroyo Seco que haya visto cómo fue lo que pasó o sepa quién es esta persona se anime a testimoniar. Ojalá aparezca alguien que no tenga miedo, porque se trata de la vida de una persona inocente y de un tipo que tiene que quedar preso por años”. Con la bronca atenuada por el dolor y la resignación, los familiares de Pablo Ravizzini intuyen como vital lo que puedan contar los testigos del hecho para que se sepa lo que sucedió el lunes pasado en Arroyo Seco cuando el joven murió apuñalado por Alberto Quercia.
   “Al principio, ni bien me enteré, pensé que lo habían asaltado al salir del banco”, recordó Aldo, hermano de la víctima. “Ya escuchamos otras versiones sobre lo que pasó —añadió— pero cómo saber hasta qué punto son ciertas. Lo que me resulta increíble es que mi hermano le haya ido a pegar, jamás se había agarrado a piñas. Y por otra parte, conociendo a Quercia, no puedo descartar nada”.
   La familia de la víctima cree que Pablo vio pasar a su antiguo deudor y lo siguió para reclamarle la deuda. Pero no consideran posible que el muchacho haya iniciado una disputa que ameritara tan trágico desenlace. Como sea, lo que no admiten es la versión del homicida de que lo mató por accidente.
   “No puede decir que fue sin querer. Quercia es una persona que fue entrenada para matar y le puso una puñalada en el corazón, ¿a quién se le puede ocurrir que esto fue sin querer?”, exclamó Ana, la madre del muchacho asesinado, todavía azorada por esta turbia y hasta desesperante versión de la vida que asomó ante sus ojos a partir de este crimen: “un submundo...” para el que no encuentra un adjetivo.
   “Al escuchar y leer lo que se viene diciendo sobre el asesinato de Pablo, pareciera que fue algo que él se buscó por haberse ido a pelear. Para colmo, el que lo mató dice que el arma era de mi hijo. Pero Pablo no era un pendenciero. ¿Cómo puede ser que un pibe sano, buena gente, sea asesinado por un violento estafador sin escrúpulos y que todo termine siendo culpa de la víctima? Es inaceptable, por eso es necesario que se haga justicia con el crimen de mi hijo”.

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