domingo, 24 de julio de 2011

Rosario.- Mató a balazos a uno de los ladrones que lo atacaron en una cochera

Fue la madrugada de ayer. Un hombre de 38 años guardó su auto y fue abordado por tres jóvenes Tras recibir dos puntazos reaccionó y disparó cinco veces. Tres tiros mataron a un joven de 20 años.
Carlos M. había guardado su auto en la cochera donde los hacía todos los días, en Rubén Darío al 1900, zona norte de la ciudad. Eran poco más de las 3.30 de ayer. Pero cuando se disponía a caminar los pocos metros que lo separan de su casa, ubicada en República Dominicana al 2000, fue abordado por al menos tres jóvenes, uno de ellos con un arma blanca, que pretendieron robarle sus pertenencias. Entonces el hombre se resistió y se generó un oscuro forcejeo en el que recibió dos profundos cortes en la espalda. Como respuesta a eso, sacó un arma de fuego que llevaba en una carterita y no dudó en disparar contra los maleantes. A uno de ellos, de 20 años, lo alcanzó con tres tiros en el pecho matándolo en el acto. Los otros dos huyeron a la carrera amparados por la noche. Ayer a la tarde, y cuando en el barrio todos hablaban de lo ocurrido, la familia de Carlos, que se encuentra internado en un hospital privado bajo custodia policial y fuera de peligro, apuraba los pasos de una mudanza obligada por temor a las represalias. A unas diez cuadras de allí, en ese mismo momento, era velado el joven que él había matado. Noche oscura. Los hechos sucedieron en la penumbra y en un sector donde el barrio Industrial, vía mediante, linda con los pasillos del asentamiento toba. Hasta allí llegó Carlos M. a bordo de su Ford Ka tras compartir una cena con amigos en un bar de avenida Alberdi y Juan José Paso. Entró el vehículo a la cochera de calle Rubén Darío al 1900 y apenas descendió se topó con los tres pibes que se habían colado por el portón abierto. Uno de los muchachos llevaba una navaja con la que quisieron amedrentarlo, dijo la policía. "Dame la plata....dame todo lo que tenés", le exigieron sin medias tintas los ladrones. Entonces Carlos empezó a resistirse como pudo y recibió dos cortes en la espalda. Eso no le impidió sacar una pistola Bersa Mini Thunder calibre 40 (de la cual tiene certificado de tenencia pero no de portación y uso, según fuentes de la pesquisa) y disparar cinco veces contra los maleantes que emprendieron la huida. Al menos tres de esos disparos alcanzaron a Ezequiel Bussanich, de 20 años, quien alcanzó a correr algunos metros, salir de la cochera y caer exánime en el pavimento tras intentar aferrarse sin éxito a una columna de alumbrado público. Sus compinches, en tanto, escaparon en medio de la oscuridad hacia el asentamiento donde viven. La autopsia al muchacho diría más tarde que dos de los balazos le dieron en el pecho, sobre la tetilla izquierda, y un tercero le ingresó por el flanco izquierdo del tórax. Al verse herido y sangrante, Carlos M. se comunicó con Walter, su vecino y amigo, y con el servicio 911. En pocos minutos una ambulancia llegó al lugar y lo trasladó al Hospital Alberdi, desde donde luego lo derivaron al Hospital Italiano. Anoche seguía internado en ese centro asistencial bajo custodia de la policía por orden del juzgado de Instrucción en turno. Según fuentes oficiales, el hombre estaba fuera de peligro, aunque un familar al que este diario quiso consultar sobre lo ocurrido dijo: "Mi cuñado está apunto de morir, qué querés que te diga". Los de un lado. La familia de Carlos M. hace veinte años que vive en el mismo barrio. "Es gente de trabajo. El es viajante y arregla balanzas o algo así. Silvana y él tienen dos chicos chiquitos y viven para trabajar" dijo Lucy, una antigua vecina que habita la casa lindera a la familia tocada por el delito. En esa vivienda, ayer a la tarde, varias personas estaban cargando todas sus pertenencias en dos chatas. Huían espantados de su propio lugar y con rumbo desconocido por temor a las represalias. En el barrio los vecinos dicen que la intersección de República Dominicana y Rubén Darío es, a veces, el límite entre vivir y no vivir. "Hay robos todos los días, no entran los proveedores y con la villa acá cerca no se puede más", sostuvieron ante el cronista de La Capital. "Antes, en el barrio, se hacían asados en la puerta. Y para fin de año tirábamos tablones en la calle y nos reuníamos todos los vecinos. Ahora ni te podes asomar, y para colmo los chiquitos te rompen todos los vidrios de las casas. El mes pasado al taxista que me trajo lo robaron a mano armada apenas yo me bajé" sostuvo un vecino que hace tres años reside sobre calle República Dominicana y se queja, como muchos, de la falta de seguridad en la zona. El garaje frente al cual se produjo el homicidio es un galpón de 400 metros cuadrados que también pertenece a un habitante del barrio. "Sólo le alquila el lugar a los vecinos que conoce bien", sostienen en la cuadra. Y acotan: "Acá todos nos conocemos, pero lo de la villa es terrible". Los del otro lado. Pero a muy pocas cuadras de allí hacia el norte, tras cruzar las vías, el barrio Industrial se transforma en los pasillos del asentamiento toba. Los espacios de la clase media baja van dejando lugar a los desplazados, los marginados por quienes viven del otro lado. Ezequiel vivía allí con su madre, su padrastro y sus seis hermanos. Cuando uno llega al lugar, los chiquillos del asentamiento no hablan, miran de costado y sólo balbucean. Uno es un extraño. "El Equi (como conocían al chico muerto) se daba con todo, estuvo preso, el tipo le tiró a matar y los otros lo dejaron tirado. Eso no se hace, no es así la cosa", cuentan algunos vecinos que se animan a decir en voz baja mientras el cronista pregunta. Uno de los que habla dice ser hermano de Ezequiel. "Y que le vamos a hacer", expresó resignado el muchacho. El velorio de Bussanich, que se va a la tumba vestido con una camiseta de Rosario Central, se realizó en la casa de una tía del muchacho, en Junín y las vías. Allí el dolor se mezcla con la impotencia. Su madre, sus familiares, sus amigos de andanzas buenas y malas, se congregaron junto al ataúd de débil madera y unos ramos de monteritas. "Ezequiel tenía 20 años y una nena de 2. Hacía changas de albañilería y el tipo lo mató por la espalda", dijo Luján, una vecina del joven. Desde la policía, en tanto, aseguraron que como mayor no tenía ningún antecedente penal, aunque su vida previa a los 18 años se develará en los juzgados de menores. "Siempre buscaba trabajo para sostener a su mujer y a su hija" dijo Irma, la madre deEzequiel, envuelta en sollozos. "Sabe que pasa señor. Ahora van a decir que son los negros de la villa y no es así, nosotros no somos así", aseveró Luján con ojos impotentes y respeto. "Yo escuché los tiros y me acerqué. Ezequiel estaba tirado y duro y le aseguró que cuando lo abrazé no ví el cuchillo, se lo pusieron" dijo la misma mujer en referencia al arma blanca que la policía dijo haber encontrado bajo el cadáver del muchacho y con la cual habrían atacado a Carlos M. en el intento de robo. "No sé como voy a seguir", le dice Irma a su hermana mientras mira el cuerpo de su hijo muerto. Los amigos de Ezequiel rodean el cajón. Todos llevan gorritas blancas y miran al que se va. "Era buen pibe" dice la madre y reflexiona: "Lavaron todo, la sangre de él la lavaron. ¿Cómo voy a saber ahora cómo lo mato?". En el límite que se marca en el cruce de República Dominicana y Rubén Darío parece abrirse siempre una puerta al pavor. Todos lo saben y conviven con eso cada día. Esta vez la puerta se tragó a un muchacho con futuro incierto pero también a una familia que huyó espantada.

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