domingo, 31 de julio de 2011

Rosario.- Atacan a balazos a una cuadrilla de la EPE al noroeste de Fisherton

Fue a dos cuadras de donde ladrones gatillaron el viernes a periodistas de un diario. Vecinos de "La Bombacha" describen la crueldad del acecho de los delincuentes: ven robos a diario.

Ocho horas después de que dos arrebatadores gatillaran un arma contra un equipo de LaCapital el viernes al mediodía en Tobas y García del Cossio, asentamiento conocido como La Bombacha, integrantes de una cuadrilla de la Empresa Provincial de la Energía (EPE) fueron atacados a balazos a dos cuadras de allí, en Génova al 8500, por hombres en moto. Los empleados regresaban tras realizar labores de mantenimiento en un comercio y la camioneta en la que transitaban fue objeto de disparos, según informó oficialmente la empresa.
"Este viernes, hacia las 20,30, dos operarios habían acudido a una demanda recibida por el call center de la EPE, desde la zona de Acevedo y Curupaytí. Mientras se encontraban en viaje por Génova al 8500, los trabajadores se sobresaltaron al oír disparos que impactaban en la carrocería de la camioneta en la que se desplazaban. Se percataron que el ataque provenía desde una moto en la cual dos hombres armados los perseguían. A cara descubierta, los motociclistas se pusieron a la par de la camioneta y volvieron a abrir fuego. Los operarios electricistas habían ido a reparar una falla en la red y se vieron sorprendidos como blancos de una agresión tan irracional como temeraria", consignó el comunicado.
Dos semanas atrás un vecino comunicaba por teléfono a LaCapital: "Nadie nos presta atención. Acá una bandita de entre 20 y 30 pibes, que tienen entre 14 y 19 años, hace lo que quiere. Roban casas, las usurpan y están todo el tiempo viviendo del arrebato y del robo a los repartidores. No se puede vivir más", dijo el vecino.
El miércoles este cronista caminó varias cuadras por el barrio escoltado por un vecino que en su campera ocultaba una manopla de metal y una especie de cachiporra. El viernes un equipo del diario llegó en remís para realizar el registro fotográfico y terminar así el trabajo. En ese momento fue atacado por dos arrebatadores encapuchados en un incidente que terminó sin heridos.
Reclamo vecinal. "Hasta acá la civilización no llegó. Se quedó en la otra cuadra". La frase es de un residente de los límites de Fisherton noroeste y el asentamiento conocido como La Bombacha. "Acá todo lo deb gestionar uno. Vas a la EPE y te dicen que no vienen porque se sienten inseguros. Llamás al cable y te dicen que te cuelgues porque ellos no te vienen a conectar. Ni hablemos de pedir un taxi, un remís o una ambulancia. Directamente no entran. ¿Con quién hay que hablar para que nos traten como vecinos?", dijo otra mujer consultada.
Juan B.Justo al 8300 divide al barrio en dos. La jurisdicción de la comisaría 17ª hacia el sur y la sub 21ª hacia el norte. El barrio es conocido como Fisherton Noroeste. Al norte, hacia calle Schweizer, el paisaje se pauperiza hasta terminar en un conglomerado de casillas de chapas, maderas y unas pocas de material reconocido como La Bombacha.
En caída libre. El asentamiento nace en José Maradona y el arroyo Ludueña y se desarrolla hacia el este hasta Sarratea, a tres cuadras del barrio 7 de Septiembre. Por García del Cossio al 1200 bis se llega a las entrañas de la villa. Esos cien metros de pavimento entre Juan B.Justo y Schweitzer es una peatonal de pibes que andan en bicicleta y se muestran desafiantes con extraños y vecinos. El miércoles alguno de ellos pasaba mostrando un cuchillo en la cintura a manera de facón de gaucho.
"Todo esto se terminó de pudrir hace unos cuatro meses. Hasta ese momento, con cuidado, uno podía moverse. Hoy no podés asomar la nariz porque te roban. Si uno deja la casa durante un rato te la roban o te la usurpan. Por ahí te fuiste una tarde de un familiar y cuando volvés hay otra gente viviendo", explicó una joven madre.
Esta mujer se quiere ir. Pide 60 mil pesos por su casa, un terreno de 10 metros por 25, con una construcción de material, habitable, de unos 100 metros cuadrados. "Pero a quién le va a interesar comprar. Me quiero ir para barrio Triángulo (en las proximidades del Fonavi de Rouillón y Seguí). Ahí se puede vivir en paz. Si vos no te metes con los choros nadie se mete con vos", suspiró.
Los vecinos contabilizan una media docena de casas robadas o usurpadas en los últimos cuatro meses en La Bombacha. Muchos de esos hechos no fueron denunciados. "La gente tiene miedo. Hay viviendas que construyeron sobre terrenos que nadie sabe de quién es", se sinceró un vecino. "Yo compré el terreno en 2000 y me hice la casa en 2001. Siempre pensé que esto iba a ser parecido al barrio Aldea y no a esto que estamos viendo. Es muy frustrante lo que nos pasa. Muchos de los pibes que nos roban son chicos que se han criado con nuestros hijos. Y esto lo solucionamos entre todos o no hay forma de sacarlo adelante”. Caminando por las callecitas de los dos barrios se pueden ver los carteles de casas ofrecidas para la venta.
Como una jauría. Si bien las calles están pavimentadas, hay zanjas y por una razón u otra la mayoría de los vecinos en La Bombacha están enganchados a la luz. La única sonrisa apreciable en la recorrida fue la del candidato Miguel del Sel, desde un afiche de campaña, tirado en una zanja.
   El miedo obliga a los vecinos a hacer rodeos. Nunca harán nombres, pero al hablar del grupo que los hostigan se refieren a los integrantes de una banda que se hace llamar Los Lagartitos. Pibes criados en la privación, la pobreza y el desprecio.
   “Acá todos los vecinos les tienen miedo. Vos los denuncias y ellos a las pocas horas te balean la casa, o por ahí te la prenden fuego”, agregó otra de mujeres. “Todos nos conocemos y sabemos quien hace qué cosa. Pero nadie va a ir a denunciarlos porque nosotros nos tenemos que quedar a vivir acá. Con ellos como vecinos”, dijo un habitante del lugar.
   “También depende de que te hagas inspirar respeto, pero para eso tenés que andar con un arma, y con eso nunca se sabe como terminan las cosas. Un arma con papeles sale 700 pesos. Todos averiguamos eso”, agregó.
   “Estamos llenos de privaciones, pero no hay otro lugar donde vivir. Ese zanjón que pasa por detrás de las casas trae toda la mugre del 7 de Septiembre. Y nos queda a nosotros. Eso lo tendrían que sacar”, reflexionó una vecina de La Bombacha.
Como una jauría. El miércoles a los periodistas de La Capital los vecinos les contaron como operan los arrebatadores, con una mecánica calcada en otros barrios de la ciudad. El viernes esos dichos fueron comprobados en carne propia.
   La mecánica del asalto es sencillla y difícil de evadir para quien la sufre. Dos o más muchachos se abalanzan sobre la presa como si fueran una jauría. Mientras uno lo apunta o amaga tener un arma, los otros los desvalijan. Todo transcurre ante la lejana mirada de los vecinos que observan el espectáculo como algo normalizado.
   “¿Que querés que yo me meta? A mí la semana pasada me arrebataron la cartera y nadie se metió”, se pronunció una vecina, en una zona donde la solidaridad queda devaludad entre gente que se acostumbró a vivir con miedo.

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